Fotos, Plástica, Otros.

“El lugar más erótico de un cuerpo ¿no está allí donde la vestimenta se abre?”

Roland Barthes

Estos trabajos exploran, en general, el retrato para llevarlo al encuentro con otros géneros y subgéneros artísticos como el desnudo, las academias y hasta el costumbrismo. Los retratados aparecen aislados, en pareja o en grupo. Son mis amigos, conocidos o colaboradores que descubren sus pieles, tatuajes o manías en el taller donde pinto. Todos tienen nombre propio: están, entre otros, Tobías y Elías, Nehuén, Sigfrido, Mauro, con quienes se compartieron sesiones, charlas, música, mate y café. Son jóvenes, seguros y atrevidos. Se portan a sí mismos con cierto orgullo, descaro y hasta con una pizca de humor. Y por algún motivo que no tengo muy claro, me encanta pintarlos.

Sin alzar la voz ni escandalizar, las obras proponen pensar cómo hoy las masculinidades —en tanto conjunto de características, roles, valores y comportamientos que una sociedad atribuye y espera de los varones— se apropiaron de una sensibilidad nueva manifestándose desde otro lugar. Tal vez uno de esos lugares tenga que ver con esta selección. Los cuerpos de estos muchachos se exhiben, ofrecen y hasta seducen. Podrían generar en el espectador una cierta familiaridad, como si se tratase de los pibes del barrio, de la facultad o de cualquier otro ámbito, aun cuando se presentan semidesnudos.

En el campo de la pintura homoerótica —al que sin dudas pertenece este corpus de obras— las figuras representadas suelen ser hegemónicas, idealizadas, viriles y dotadamente genitalizadas. Inalcanzables, casi nunca parecen terrenales, interponiendo una distancia inquebrantable, dejándonos casi siempre ajenos al cuerpo y mundo que habitan. En mis trabajos intento un desplazamiento con respecto a eso: sí, son cuerpos atractivos y seductores, pero tal vez más por una actitud que por una cuestión absolutamente física. Nos son los bíceps de gimnasio los que se lucen sino una pancita, una caída de hombros, un culito orgulloso o una mirada cómplice.

Finalmente, pero no de manera conclusiva, el conjunto de piezas resulta un canto al dibujo, a la composición, a la untuosidad del óleo, al trabajo en un espacio de taller, a la mancha, a la gestualidad del pincel y a cualquier otro componente del oficio del pintor que lucha con mucha fuerza para seguir vigente entre otras manifestaciones que hacen al arte contemporáneo.

Santiago Erausquin nació en el conurbano bonaerense, aunque vive en San Telmo. Es artista plástico, docente de historia del arte y un gran entusiasta. Nació bajo el signo de escorpio y su remera favorita tiene estampado a Larguirucho.

Obtuvo los títulos de Diseñador Gráfico, Profesor de Bellas Artes, Licenciado en Artes con orientación en Grabado y Licenciado en Artes con orientación en Visuales. Sin embargo, ostenta estos otros: hijo, hermano, primo, cuñado, tío, padrino, novio, vecino y amigo. Cuando le preguntan de qué cuadro es hincha, responde: “De Las Meninas de Velázquez”.

Ig @erausquinsantiago