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Varia imaginación (Retazos)
Varia imaginación (Retazos)

«Varia imaginación» de Silvia Molloy (Ed. Eterna Cadencia) Retazos por Cecilia Obregón.

Estoy en Buenos Aires, me digo, estoy en casa de mis padres. No, no me he ido. Está refrescando, mejor que entre.” Así se queda el último fragmento de Varia imaginación de Silvia Molloy, así se desata la última imagen de un recorrido hecho a retazos, como si la voz narradora hubiera despellejado unos recuerdos, desplegándolos aquí y allá… para llegar, para estarse en un lugar, en Buenos Aires, en la casa de sus padres.

Para presentar este libro, podemos arriesgar varias etiquetas: autobiografía, relato de viaje, memoria, restos que conforman una Literatura del yo. Los relatos se agrupan en cuatro partes: Familia, Viaje, Citas y Disrupción. Las piezas breves que las componen hablan en primera persona de tiempos, escenarios, familias... Luego de leer, elijo tres títulos: Casa tomada, Varia imaginación y Levantar la casa. Es una lectura intuitiva, tal vez cruzada con algún retazo propio, un andar generoso para hilvanar otras piezas. El libro invita, pienso, a elegir un recorrido propio, a poner en escena la idea del viaje íntimo de toda lectura.

“¿Cómo han podido demoler la casa de mis padres?”, se pregunta la narradora, casi al comienzo de Casa tomada, que es además el comienzo del libro. Aunque luego comprueba que la demolición según Pablo para ella es un conjunto de reformas, admite en las últimas líneas que tal vez ambos tengan razón, entonces, que tal vez la casa ha sido demolida. De ahí en más, las historias vienen a decidir la reconstrucción. Se acumulan necesariamente para diseñar un territorio que se dispersa en distintas direcciones. A mí me interesa la que ya se insinúa en la tapa y que da título al libro. Cuando leo “Varia imaginación” se me anexan casa y madre, se me imponen, nombran, giran las páginas porque ocupan el centro mismo del libro. Dejan el resto en partes simétricas, subordinan mi atención, hacen andar alrededor el viaje de esa voz que circula para re-tomar su propia casa. “Poco sabía de mi vida, sólo la mísera porción que yo, mezquinamente, le cedía para atajar sus preguntas”. Saber poco, mezquinar, atajar preguntas. Este relato es búsqueda y escondida, un decir y un no decir superpuestos, casi una poética de la ficción, un regodeo del que inventa porque sabe que el otro lee una invención y en ese saber hay un vínculo vital. La madre sabe, a pesar de la mezquindad de sus respuestas, a pesar de reconocer –mintiendo tal vez, para espejar el juego- “yo no sé mucho de esos amores”. La madre reconoce el artificio, pero como una lectora se deja envolver en la trampa… “Yo siempre tan literaria”, admite la narradora, buscando acaso una manera de contar su relación con la madre, haciendo que la literatura baraje sigilosamente la complicidad y la sospecha.

“Levantar la casa” reitera en las primeras líneas, como “Varia imaginación” la muerte del padre para iniciar un relato sobre su madre: antes, replegada, hacia adentro; ahora, mudándose, yéndose. Este tercer texto que elegí insiste en la contigüidad casa-madre y en el desplazamiento. Los objetos que se apilan para las hermanas se convierten, de pronto, en recuerdos que se levantan y se agrupan por aquí y por allá. Su madre, que “sacaba un objeto de una pila y lo colocaba en otra” alterando la selección, desordenando el inventario de las hermanas, parece desprenderse de las paredes mismas de esa casa en una cinematográfica escena final. La imagen táctil confirma la metonimia: “pasó la mano por el vano de una puerta, apretó una palma contra la pared, rozó lentamente con los dedos un picaporte.”

En este sitio maternal -acaso propone Molloy- es posible hallarse más allá de las mudanzas del tiempo y del cuerpo, ese espacio se queda en el papel, retaceado, derramado en cada anécdota familiar, disputando los exilios, secreteando una identidad.

“(…) algo me dice que está por llegar el invierno, con sus lluvias y su humedad”, dice la narradora en el último relato, transpolando la añoranza de un presente enunciativo que deshace las estaciones, y propone entonces un regreso que no es otro que la escritura misma que la abriga como sarga, como seda, con una pinza, un añadido… la hechura autobiográfica se cose así de lenguaje y por eso se desviste aquí y allá, para ofrecerse errante, para deambular un lugar. Este es –supongo- un modo sincero de contar una vida.

“Leo y el texto se dirige solamente a mí, no existe sin mi lectura: yo le doy voz, le doy yo”, señala Silvia Molloy, en su ensayo Citas de lectura, justamente citando a Paul de Man. Así, creo que podemos encarar las páginas de Varia imaginación, a riesgo de perdernos por donde queramos porque la lectura también es eso: una varia experiencia del yo en entrevero con un libro que nos convoca.

Silvia Molloy, profesora, ensayista y escritora argentina, nos ha dejado recientemente en 2022, no sin antes legarnos una extensa y valiosa obra. Destacamos, azarosamente, las novelas En breve cárcel (1981), El común olvido (2002), Desarticulaciones (2010) y Vivir entre lenguas (2016).

El libro que acá presentamos se publicó por primera vez en 2003. Veinte años después, sigue siendo un convite literario impostergable, como todos sus textos.

Cecilia Obregón

Cecilia Obregón (Avellaneda, 1973) es profesora de Castellano, Literatura y Latín (ISP J.V.G), especialista en Literatura infantil y juvenil. Dicta clases en escuelas secundarias de Quilmes, donde además coordina talleres de lectura y escritura. También se desempeña como profesora de Lectura y Escritura académica en la UNQ. Es coautora de libros didácticos para Primaria, Secundaria y Universidad. Publicó el poemario «Casas» (Halley Ediciones 2023) y «Es un cuerpo el que escribe» (Halley Ediciones 2024) los que pueden encontrarse en: https://halleyediciones.com.ar/

IG: @cecilia.obregon.39

E-mail: mceciobre@gmail.com

Facebook: Cecilia Obregón

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