Podcasts, Radio, Videos y otros

Cuatro poemas en la voz de Nicolás Aused
Cuatro poemas en la voz de Nicolás Aused

Cuatro poemas en la voz de Nicolás Aused

Los textos a continuación son inéditos.

El dibujo de portada pertenece a María Victoria Palmeri.

Abajo: Para escuchar, click en link de descarga

 

A Lucho y a Juan Falú.

Zamba del pozo de Vargas

Ese país que rompió la historia en pedazos

cayendo entre las brumas de una derrota

¿dónde está?

Esa mujer que miró desde el aire

la piel del río de la Plata y su boca

era una estrella de fuego blanco, su boca

era el pozo donde me tiraría a vivir, el pozo

del que siempre sospeché

guardaba secretos de los muertos,

pero ¿quiénes son esos muertos?

Alguien canta la Zamba de Vargas,

esa también otra derrota del país

y pienso en los muertos por juntar

y en los rincones olvidados

donde brotan huesos como lágrimas.

Este país es como el pozo lleno de huesos en Tucumán,

donde los muertos cantaban la zamba de la derrota,

hasta que un día el coronel sacó el mordillo a sus perros,

suspendió la cita que tenía con su alma,

puso el corazón en una jaula

y empezó a tirar gente al pozo,

como si el pozo de Vargas no fuera una boca de fuego blanco.

Después cerró los ojos bien abiertos

y empezó a tirar gente al río,

como si el río de la Plata no fuera una boca de fuego blanco.

Los tiraban al río, los tiraban a un pozo,

entre otras feroces maneras del horror,

casi como uno tira acá estas palabras,

esperando que lleguen no sé a dónde,

porque a no sé dónde los fueron a ellos todos.

A ella la fueron todita junto a sus nombres,

con también el ardor de fuego blanco que brillaba en su boca.

Vestía sus nombres según el día:

Ana, Marlene, Norma, Elisa, Olga.

Se los ponía de sombrero según a qué mundo le hablaba,

se los cambiaba cuando el peligro o el amor

y era las otras siendo la misma.

Pero se quedó con un nombre para sí,

lo guardó en una cajita perlada que a nadie mostró,

lo acarició como a pichón de paloma,

le dio de comer su corazón de a partes,

mientras soñaba tenerlo listo

para estrenarlo en ese mundo nuevo

que se veía ahí nomás de cerca.

¿Pero dónde está ella ahora

que un día entró a la cárcel del país roto,

naufragando bajo el clima de la época

y la fueron a otros infiernos?

Yo todavía la busco en la oscuridad de una zamba.

A veces veo el pozo donde la pena hizo nido,

a veces veo su boca y otros lugares

donde enterraron el amor.

Pasó que tiempo después va uno

y desentierra los huesos,

desentierra los huesos de ciento cincuenta personas

que hoy cantan en la derrota,

cantan la zamba de Vargas en el pozo de Vargas,

cantan a los gritos desde el fondo del río de la Plata,

cantan con la boca en un fuego blanco,

cantan,

y eso se parece

a la victoria.

….

Apurado por el sol que se va,

se pone a plantar unas semillas.

Piensa dejar frutos maduros

por si pasa alguien con hambre,

cree que unas raíces fuertes

indicarán el camino

a quienes anden perdidos,

e imagina pibes que aún no nacieron,

felices sobre las ramas del árbol

al que acaba de dar inicio,

con un gesto muy antiguo.

Observa la sutil contrariedad

de ocultar algo bajo tierra

para que la vida comience,

y entiende que no hay invención humana

que iguale lo que una simple semilla.

Algún día encontrará, bajo ese futuro verdor,

una ofrenda de sombra para su propio fantasma.

….

Ahora que los pájaros dan lustre a lo que amanece

y giran contra el frío al aire de la mañana,

ahora que desperezan el final de la noche con su canto breve

y se preparan para dar caza a todo bicho, a toda luz,

parecen dioses menores apuntalando mitos ahí afuera.

Observan el mundo desde el árbol más alto del lugar,

sus huesitos están llenos de música

y con la madera donde apoyan sus nidos,

alguien construirá guitarras y pianos que salvarán al mundo.

Vibrarán sus almitas en cada violín

y su vuelo cantará también en otras mañanas,

en oídos de pibes que aún no nacieron.

Con su música combaten a la muerte, pienso,

mientras llevan en la punta de sus picos

los gusanos de la inmortalidad.

….

Mientras el viento sacude su furia

contra las chapas de la casa,

silbo una zamba para calmar la bronca:

“Dicen que el viento va/

dicen que vuelve”.

Y resuena en los recovecos nocturnos

junto la voz de un paisano,

que llama a los gritos a sus ovejas:

vengan, dice, vengan, grita,

entorpecido por el alcohol, por la soledad,

quizá por las dos cosas.

Grita, desesperado, y eso

lo hace infinitamente humano,

como pasar el dedo por las cuerdas de una guitarra,

o secarse las lágrimas con el dorso de las manos.

No tienen nombres los vientos patagónicos,

son tan desaforados que lo han olvidado por ahí.

Van atados a esta tierra como el paisano ese

que sigue en la noche, llamando a sus ovejas:

vengan, dice, vengan, grita.

Se desgarra esa voz contra el aire

y eso se parece a la zamba.

Mientras el viento sacude su furia

contra las chapas de la casa,

y yo silbo una zamba para calmar esta bronca.

Quizá eso me haga infinitamente humano

….

 

Nicolás Aused nació en 1977 en la localidad de San Justo, provincia de Santa fe. Vivió en la ciudad de Rosario, donde hizo estudios universitarios de Letras y de Música en la UNR. Hace unos veinte años vive en la zona rural de Trevelin, provincia de Chubut.

Ha publicado cuentos y poemas en varias antologías y en medios virtuales.

En 2024 publicó un libro de poemas, “Paisajes” de editorial Halley, con prólogo de la poeta Estela Zanlungo.

Ha participado de lecturas en encuentros de escritores de toda la provincia y en el programa y blog de Gustavo Tisocco.

Actualmente está corrigiendo un libro de poemas llamado “La tardanza”, con la poeta Diana Bellessi, que saldrá el año próximo.

Tiene un blog (literatrofia.blogspot.com) donde postea artículos sobre lecturas y otros textos.

¡Comparte!

Otros Contenidos Sugeridos

Fotos, Plástica, Otros.
Serie: Ilustraciones.
Recibe Novedades