Libros de Otres

Esteban Castromán (2019)
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Castromán, Esteban (2019) Bailar es revolución en la era del malCaleta Olivia - Argentina.
Giselle Aronson (2020)
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Giselle Aronson (2020) Como si de verdad, Argentina.
Marcela Meroni (2019)
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Marcela Meroni (2019) Otros mundos, después, Halley Ediciones, Buenos Aires.

Verónica Boletta (2019)
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Número Puesto, Verónica Boletta (2019) Halley Ediciones, Buenos Aires.
Juan Pedro Rodenas (2019)
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"Jugaba Solo" J. P. Rodenas Editorial Azul Francia.
Sandro Barella (2019)
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Me tranquiliza asegurar que opino como lector, así que...

 

Sandro Barrella (2019) “Villa Santa Rita o el libro de los pasajes” Caleta Olivia – Buenos Aires.

Villa Santa Rita o el libro de los pasajes, es un viaje…

Paul Beatriz Preciado (2019)
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Me tranquiliza asegurar que opino como lector, así que...

 

Paul Beatriz Preciado (2019) “Un apartamento en Urano – Crónicas del cruce” Anagrama. Barcelona.

 

Paul B. Preciado es quien es, se define a sí mismo declarando que es un disidente del “sistema sexo-género.

Cosas que hago en la Oscuridad
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June Jordan (2019) “Cosas que hago en la oscuridad” Bajo la Luna Poesía. (Edición bilingüe)

 

Vengo insistiendo con la poesía y las poetas, no sé, a lo mejor sea la influencia de mi amigues poetas, Diego Alfaro Palma, Soledad Manín o Sandro Barrella. Hoy traigo a June Jordan, la poeta norteamericana que era negra, bisexual y feminista. Fue en los 60’s que su obra rupturista alimentó los derechos de las consideradas “minorías disidentes”.

 

 

Libros de Mariana Kruk
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Me tranquiliza asegurar que opino como lector, así que...

Mariana Kruk (2014) “abrileando” Cacto Editorial.

Mariana Kruk (2018) “Bisagra” azulfrancia.

¿Por qué dos libros de poemas de la misma autora, en una misma entrega?, porque hay cuatro años de diferencia entre uno y el otro, y entonces se puede escuchar en la voz de la poeta un mundo de transiciones, a lo mejor intencionadas, acaso no. Así, volás cuando leés: “la guarida de tus besos” y aterrizás más tarde escuchándote repetir la palabra escrita: “nada hay más perturbador que el deseo”.

 

Personas que quizás conozcas de Virginia Feinmann
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Me tranquiliza asegurar que opino como lector, así que...

 

Virginia Feinmann (2018) “Personas que quizás conozcas” - Editorial emecé.

Cuando supe de este libro, me dijeron que se trataba de micro relatos. Sin embargo descubrí que, aunque cierto, están tan bien encadenados que dan la impresión de ser una historia continua. El absurdo de cada quién, los olores recordados, el dolor que no se va. La tristeza, al mismo tiempo que la alegría. Es decir: Virginia Feinmann tiene la capacidad de recrear la magia de lo cotidiano como si fuera un solo de guitarra -acústica, eso sí-.

 

Purga de Sofi Oksanen
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Sofi Oksanen (2011) “Purga” Narrativa Salamandra

En tiempos donde las violencias contra las mujeres pierden invisibilidad, esta novela viene para abordar la que acaso sea la forma más burda y, al mismo tiempo, más silenciada por quienes de uno u otro modo sacan provecho de ella, me refiero a la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Porque no solo son los proxenetas los que se aprovechan, sino que también, con pretendida inocencia, los varones prostituyentes, quienes se amparan en el pago de un precio a cambio de sexo.

Sofi Oksanen, muestra con maestría la desesperación de Zara para escapar de la red de trata rusa, la extraña solidaridad que encuentra en su huida y también el abuso, la desconfianza y una increíble fuerza propia para recuperarse del terror vivido.

Dejo un breve párrafo para tentar la lectura.       
    
Horacio Esber     

Pg. 297:
“…La anciana abrió las cortinas extendió un periódico sobre la mesa y colocó al lado de su taza de café, como si estuviese leyendo el Nelli Teataja y desayunando tranquilamente. ¿Habría quedado alguna huella de Zara en la cocina? No, nada. Aliide ni siquiera había tenido tiempo de poner la mesa para las dos. Que viniesen, que viniesen todos, los esbirros de los mafiosos, los soldados, los rojos y los blancos, los rusos, los alemanes y los estonios, que viniese cualquiera. Aliide se las arreglaría. Siempre lo había hecho…”   
   

Poesías Reunidas 1909-1962 de T. S. Eliot
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T. S. Eliot (2008) “Poesías Reunidas 1909-1962” Alianza Literaria

 

Tengo que reconocer que se me hace extremadamente difícil encontrar las palabras justas para describir lo que pasa cuando lees a T.S. Eliot, quizá uno de los poetas universales imprescindibles…, por eso, mejor, leámoslo a él. Aquí un breve fragmento para introducir su lectura.   

   

Horacio Esber      

Pg. 199:

“…¿Cuál iba a ser el valor de lo largamente deseado,

La calma tan largamente esperada, la serenidad otoñal,

y la sabiduría de la vejez? ¿Nos habían engañado,

o se habían engañado ellos, los ancestros de tranquila voz,

legándonos simplemente una receta para el engaño?

La serenidad, sólo un deliberado atontamiento,

La sabiduría, sólo el conocimiento de secretos muertos

Inútiles en la tiniebla en que escudriñaban

O de que se apartaban los ojos…”    

El ferrocarrili subterráneo de Colson Whitehead
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Colson Whitehead (2017) “El Ferrocarril Subterráneo” Literatura Random House

 

El Ferrocarril Subterráneo es una de esas novelas que, al terminar, te deja varios días pensando. No es posible quitarse de la cabeza a Cora, mejor dicho, la vida de Cora, su protagonista principal.

Hace unos años un buen amigo supo referir, en medio de su llamada telefónica desde un pequeño pueblo caribeño:

            -Horacio, es increíble, soy el único blanco en un pueblo de negros.

Nunca pude hacerle entender que aquella expresión era profundamente racista. Recordé el episodio apenas empecé a leer esta historia que nos trae Colson Whitehead, escritor norteamericano que ha recibido varios premios por esta obra. Escrita de modo sencillo, penetra en lo profundo de las emociones al mostrar sin medias palabras toda la absurda crueldad que provoca la ignorancia humana.

Un párrafo de la página 39 basta para demostrarlo:

“…La música cesó. El corro se rompió. A veces una esclava se perdía en un breve torbellino de liberación. Bajo el influjo de un súbito ensueño entre los surcos o mientras desentrañaba los misterios del sueño matinal. En medio de una canción, una cálida noche de domingo. Entonces, siempre, llegaba: el grito del capataz, la llamada al trabajo, la sombra del amo, el recordatorio de que la esclava solo es ser humano un minúsculo instante en la eternidad de su servidumbre…”        

 

Horacio Esber      

Tengo miedo torero de Pedro Lemebel
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Pedro Lemebel fue (sigue siéndolo) uno de los escritores al que más he admirado y disfrutado Lemebel es poesía maravillosamente desvergonzada en estado puro, un manifiesto contracultural que, desde la escritura,  derrama rebeliones.

Según creo, “Tengo Miedo Torero”, es por lejos una novela llena de belleza e inteligencia. Es la historia de amor entre un guerrillero chileno y un gay, metida en el medio del más grande y pretencioso atentado subversivo realizado en Chile.

Pero mejor dejar que Pedro nos introduzca en su historia, así empieza (pg. 7):

 

“…COMO DESCORRER UNA GASA sobre el pasado, una cortina quemada flotando por la ventana abierta de aquella casa la primavera del ’86. Un año marcado a fuego de neumáticos humeando en las calles de Santiago comprimido por el patrullaje. Un Santiago que venía despertando al caceroleo y los relámpagos del apagón; por la cadena suelta al aire, a los cables, al chispazo eléctrico. Entonces la oscuridad completa, las luces de un camión blindado, el párate ahí mierda, los disparos y las carreras de terror, como castañuelas de metal que trizaban las noches de fieltro. Esas noches fúnebres, engalanadas de gritos, del incansable <Y va a caer>, y de tantos, tantos comunicados de último minuto, susurrados por el eco radial del <Diario Cooperativa>.

Entonces la casita flacuchenta, era la esquina de tres pisos con una sola escalera vertebral que conducía al altillo. Desde ahí se podía ver la ciudad penumbra coronada por el velo turbio de la pólvora. Era un palomar, apenas una buhardilla para tender sábanas, manteles y calzoncillos que enarbolaban las manos marimbas de la Loca del Frente. En sus mañanas de ventanas abiertas, cupleteaba el <Tengo Miedo Torero, tengo miedo que en la tarde tu risa flote>. Todo el barrio sabía que el nuevo vecino era así, una novia de la cuadra demasiado encantada con esa ruinosa construcción. Un maripozuelo de cejas fruncidas que llegó preguntando si se arrendaba ese escombro terremoteado de la esquina. Esa bambalina sujeta únicamente por el arribismo urbano de tiempos mejores. Tantos años cerrada, tan llena de ratones, ánimas y murciélagos que la loca desalojó implacable, plumero en mano, escoba en mano rajando las telarañas con su energía de marica falsete entonando a Lucho Gatica, tosiendo el <Bésame mucho> en las nubes de polvo y cachureos que arrumaba en la cuneta…”.        

Horacio Esber      

Agua Negra de Joyce Carol Oates Copia
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Si hay una escritora que hace rato merece el Nobel, esa es Joyce Carol Oates. Agua Negra (Editorial Tiempos Modernos) fue la primera novela que leí de ella; fue una recomendación de Héctor Lastra.

Joyce, con el lenguaje directo que la caracteriza, te mete de una y sin concesiones en la historia de una chica que se muere. Son los segundos previos a esa muerte, en los que su vida la atraviesa. Ella sabe: ya no escapará de la cabina de aquella camioneta que se hunde irremediablemente en el río.

Como siempre, va un párrafo (pgs. 84/85), y por favor, déjense tentar:

 

“…Estaba sola. Él había estado con ella y se había marchado y ahora estaba sola pero él desde luego iría a buscar ayuda.

Trastornada por no saber desde el primer momento dónde se hallaba, que clase de lugar opresor y hermético era ese, que clase de oscuridad, por no saber qué había ocurrido al haber sido de un modo tan repentino como una escena rápida y borrosa vislumbrada a través de una ventanilla en movimiento, y además tenía sangre en los ojos, sus ojos abiertos de par en par y aun así ciegos, su cabeza en la que una arteria latía con fuerza allí donde el hueso estaba roto, sabía que lo tenía roto y estaba convencida de que por esa fisura el agua negra penetraría para extinguir su vida a menos de que encontrara una manera de escapar a menos que… él desde luego regresará para ayudarme…”.    

                                                                                           

                                                                                                     Horacio Esber

Agua Negra de Joyce Carol Oates
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Si hay una escritora que hace rato merece el Nobel, esa es Joyce Carol Oates. Agua Negra (Editorial Tiempos Modernos) fue la primera novela que leí de ella; fue una recomendación de Héctor Lastra.

Joyce, con el lenguaje directo que la caracteriza, te mete de una y sin concesiones en la historia de una chica que se muere. Son los segundos previos a esa muerte, en los que su vida la atraviesa. Ella sabe: ya no escapará de la cabina de aquella camioneta que se hunde irremediablemente en el río.

Como siempre, va un párrafo (pgs. 84/85), y por favor, déjense tentar:

 

“…Estaba sola. Él había estado con ella y se había marchado y ahora estaba sola pero él desde luego iría a buscar ayuda.

Trastornada por no saber desde el primer momento dónde se hallaba, que clase de lugar opresor y hermético era ese, que clase de oscuridad, por no saber qué había ocurrido al haber sido de un modo tan repentino como una escena rápida y borrosa vislumbrada a través de una ventanilla en movimiento, y además tenía sangre en los ojos, sus ojos abiertos de par en par y aun así ciegos, su cabeza en la que una arteria latía con fuerza allí donde el hueso estaba roto, sabía que lo tenía roto y estaba convencida de que por esa fisura el agua negra penetraría para extinguir su vida a menos de que encontrara una manera de escapar a menos que… él desde luego regresará para ayudarme…”.    

                                                                                           

                                                                                                     Horacio Esber

Viaje sentimental de Sandro Barrella
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Hace unos días, Sandro Barrella me recomendó (y vendió, obvio) “Una Historia de amor y oscuridad” de Amos Oz y apenas empecé a leerlo pensé:

Con razón este tipo -Sandro-, escribe tan bien; lógico, el arte de la escritura está íntimamente emparentado con la buena lectura.

Viaje Sentimental, tiene la cualidad de traerte desde el ayer al hoy sin que te des cuenta pero más que eso, te hace viajar por afuera mirándote adentro. Este libro de poesía es para llevarlo en la mochila (cartera, portafolios, bolso, etc.) vayas donde vayas, leer de a una a la vez, quedarte pensando y disfrutar.

Un verso de regalo, del poema titulado “Lo que se ve desde esa altura -Impulso lírico-”:

“…     

Soy un Hombre Soviético

Un hombre de este siglo

Que es el siglo comunista.

Llegaré a buen puerto, llegaré

Y tendré sus ojos, los ojos

De millones de soviéticos grabados en mis ojos

Como millones de estrellas grabadas

En el cielo.

¡Mis retinas son el cielo!...”

 

                                                                                                     Horacio Esber

Mika de Elsa Osorio
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Esta novela bien podría haber sido una biografía; por suerte no lo es porque la prosa de Elsa Osorio consigue desde la ficción que te metas de lleno en la vida real de Mika Etchebéhère, esa anarquista argentina que luchó en la Guerra Civil Española y que, como dice en la contratapa, es una de las mujeres olvidadas por la historia.

Lo lees de un solo tirón, vas y venís en el tiempo, recorrés ciudades (Barcelona, Buenos Aires, Esquel, París, entre muchas más), te emocionás siempre; y aunque haya sido dura, por momentos deseas habitar en la apasionada vida de Mika. 

   

Transcribo un fragmento del texto (pgs. 273/274):

“…Los jóvenes ya la conocen, le sonríen cuando atraviesa las barricadas que están levantando: Bonjour camarade (…) La chica rubia, Lise, fue la que le dijo que ella le recordaba a su abuela, claro que su abuela no estaría allí, es una burguesa.

Mika se acerca y le mira las manos tiznadas, las uñas se le han puesto negras de tanto arrancar adoquines (…)

-Los adoquines hay que arrancarlos con guantes –explica Mika.

-¿Guantes? – la chica la mira desconcertada-, yo nunca usaré guantes, ni cuando sea mayor.

Mika se agacha y levanta un adoquín.

-Si no usas guantes, tus manos sucias te delatarán…”.  

 

Horacio Esber

Matar a un Ruiseñor de Harper Lee
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María Sella es una de mis sobrinas. Hace unos días me pidió este libro. Yo recordé que ha sido una de las mejores novelas que he leído. Harper Lee, su autora, consiguió encontrar una manera de narrar este enorme drama (racismo, discriminación, hipocresía social), contándonoslo desde la especial mirada de un niño y una niña.

Decir que es una obra magnífica resulta tan cierto que queda obviado el lugar común que representa tal expresión.

También hay una película (en mi opinión, mucho mejor el libro), se puede ver en varias plataformas, por ejemplo, Netflix:  VER 

   

Transcribo un fragmento del texto (pgs. 198/199):

“…Mientras el juez Taylor golpeaba con su mazo, el señor Ewell estaba sentado con aire engreído en su silla de testigo, contemplando su obra. Con una sola frase había convertido a personas contentas en una multitud tensa y murmuradora, hipnotizada lentamente por los golpes de mazo que sonaban con intensidad decreciente, hasta que el último sonido que se oía en la sala fue un débil pinc-pinc-pinc; el juez bien podría haber estado golpeando la mesa con el lapicero.

En la posesión de su sala una vez más, el juez Taylor se echó hacia atrás en su sillón. De repente se le veía cansado; se le notaba la edad y yo pensé lo que Atticus había dicho, que él y la señora Taylor no se besaban mucho…”.  

 

Horacio Esber

Ébano de Ryszard Kapuscinski
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Javier García Espil me recomendó este libro de Ryszard Kapuscinski. Se trata de las crónicas que este periodista polaco recogió durante su estancia en África. A cada paso de su relato conseguimos estar allí. Como se lee en la contratapa, Kapuscinski no hizo el recorrido habitual, “estereotipado”, de los visitantes en el más diverso continente del mundo. No. Él recorrió las entrañas de África y su gente, para después regalarnos esa experiencia.

Este libro no puede definirse en un solo género porque es muchos al mismo tiempo: novela, cuento, poesía, ensayo…

 

Transcribo un fragmento del texto (pg.145):

“…Las moscas estaban en todas partes. Irritadas, enfurecidas y rabiosas, formaban espesas nubes negras (…) En el suelo, en medio de la inmundicia y el polvo, yacían personas hechas un verdadero esqueleto. Eran pobladores de las aldeas vecinas. La sequía los había privado del agua y el sol había quemado sus cultivos. Llegaron caminando a la ciudad con la última esperanza de encontrar allí un sorbo de agua y algo para comer. Desahuciados e incapaces de más esfuerzos, morían de hambre, una muerte que es la más silenciosa y sumisa de cuántas existen…”.  

 

Horacio Esber

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