Textos de Otres

La biblioteca roja de Ana Sánchez
La biblioteca roja de Ana Sánchez

“La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros”, una obra literaria publicada por la editorial DocumentA/Escénicas Ediciones (2017), en la cual, Agustín Berti, Gabriela Halac y Tomás Alzogaray Vanella, relatan el desentierro de una biblioteca que fue “sepultada” en un pozo de cal (ciudad de Córdoba) durante los años de la dictadura militar argentina.

 

Ana Sánchez, estudiante de la Licenciatura en Antropologia (UNC), escribió el texto que ahora reproduzco completo y que fuera parcialmente difundido en el libro mencionado (pg. 141).

 

Horacio Esber

 

LA BIBLIOTECA ROJA

“La memoria es el medio de lo vivido,

al igual que la tierra viene a ser el medio en que

las viejas ciudades están sepultadas.

Y quien quiera acercarse a lo que es su

pasado sepultado tiene que comportarse c

omo un hombre que excava”

Walter Benjamin

 

 

La biblioteca pertenece a exiliados políticos. Los libros fueron envueltos en nylon, atados con hilos y enterrados sobre un sistema de drenaje casero, de arena y ladrillos, aprovechando un pozo de cal que dejó la construcción de su casa. Esto sucedió en el año 1975. Luego, sus dueños se exiliaron en México.

42 años después, comenzamos la excavación. Aquel sábado 7 de enero empezamos a trazar cuadrículas y excavar trincheras; conocíamos la existencia del pozo de cal que, dada su propiedad insoluble, debía permanecer aún allí y nos llevaría eventualmente al hallazgo. Durante todo ese día de muchísimo calor, excavamos buscando la cal y no la encontramos.

Al segundo día, la lluvia no nos permitió seguir trabajando, pero un allegado al grupo, releyendo una vieja entrevista realizada a uno de los dueños de la biblioteca, se percata de un dato no advertido antes, un testimonio que todos habíamos pasado por alto: el pozo podría estar en otro lugar del patio, entre los tres pinos, únicos árboles del sitio.

De nuevo la lluvia interrumpió el trabajo del lunes. El martes retomamos el armado de cuadrículas y la excavación de trincheras. Dentro de la segunda cuadrícula que denominamos “C2”, comenzó a notarse, a partir de los 0,51 cm de excavación, entre otros sedimentos que habían sido removidos, una línea recta de cal que se extendía a lo largo. Ya era la tarde. Seguimos el indicio y comenzó a asomarse lo que, al parecer, conformaba una pared. Decidimos cavar un pozo de sondeo para averiguar si se extendía verticalmente o desaparecía, como los otros rastros de cal que desestimamos, intentando, en lo posible, no romper la estructura. A los treinta centímetros apareció nylon e hilo que parecía dispuesto como para envolver algo: estábamos frente a lo que creíamos que podía ser lo que buscábamos.

“Perplejamente convencidos y lentamente apresurados” (como dice Andrea Carandini), ideamos la logística para continuar al día siguiente.

Decidimos así, ampliar esta cuadrícula siguiendo los rastros del mineral, luego profundizaríamos y nivelaríamos. Eso hicimos el miércoles 11 y aparecieron, a 1,35 metros, dieciséis paquetes: una biblioteca íntegra cuya posesión podía poner en riesgo la libertad o la vida de sus dueños durante la década del 70.

* * *

Excavar la biblioteca significó desde un primer momento el encuentro con una experiencia nueva, impensada. Significó tratar esos libros como cuerpos. Exhumar la biblioteca de una persona es, en última instancia, similar a desenterrar los restos de alguien que eventualmente “desapareció”: tanto los huesos como los libros nos hablan de alguien, de una identidad compleja, emocional, política y social. La logística del trabajo estuvo dirigida en esa dirección, en orden a la preservación y la identificación.

En otro nivel, la restitución de restos humanos y la restitución de un libro se asemejan; es el descubrimiento per se el que tiene un valor político y social que excede cualquier significado que pudieran otorgarle sus parientes o sus dueños.

En cuanto a estos libros, constituían una evidencia de la acción política, y sabemos muy bien que “político” podía significar durante la Dictadura pura y simplemente qué se pensaba. Una novela o un libro de poemas que pusiera de alguna manera en duda o cuestionara las convenciones y el orden establecido podía ser juzgado como peligroso y “subversivo” por los censores. Una y otra vez en la historia, las bibliotecas representaron un obstáculo que incomodó a los regímenes autoritarios, los que entonces se comprometieron en volverlas inaccesibles, destruirlas, arruinarlas.

***

Desde que nos reunimos para planear la excavación hasta que la terminamos, e incluso hoy que escribo, gran parte del trabajo pasó por el lado de la sensibilidad. Pienso: desde la labor forense, uno espera exhumar y encontrar la evidencia de la muerte: huesos. No así, como fue el caso, la vida o la resistencia de los libros, la posibilidad de restitución de los sentidos construidos en ese material hallado, un sentido que no ha desaparecido, y que se vuelve a ofrecer a nuevas formas de relación y de conocimiento. En el momento en que se decide ocultar una biblioteca – en que no se la desecha ni se la quema, sino que se la sepulta en el silencio, se la exilia, bajo tierra, como acto de preservación de las personas y su ideología, y como autocensura –, se tiene la esperanza de recuperarla. Es que la vida de un libro es la de sus lectores. Desenterrar una biblioteca es no renunciar a esa porción de vida que son los libros; junto con lo material visible, se restituye un soporte importante de la vida de quien lo atesoró y quiso salvarlo.

Por eso, durante todo este proceso existió un nudo complejo de afectos que nunca estuvieron en un segundo plano y que se podía leer en la mirada de los familiares. En efecto, fue el amor también, junto con el ejercicio de la memoria, lo que justificó desenterrar esta biblioteca: se trató de testificar la historia personal y afectiva de una familia que enterró sus libros. “Hay algo de las bibliotecas que se recupera con la memoria” decía su dueño y yo pienso que lo inverso también es cierto: hay algo de la memoria que se ha recuperado con la biblioteca. Una memoria que está dirigida al porvenir como fuerza de resistencia, más que al pasado; que permite recordar el pasado como raíz o vínculo vivo con el presente, en la espera de que el futuro no se interrumpa.

Pero he mencionado el amor, porque re-cordar es mucho más que un frío ejercicio intelectual.

Ana Sánchez

Recibe Novedades