Textos de Otres

Nicolás
Nicolás

Mi nombre es Julieta Manterola. Tengo 44 años y vivo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Soy Doctora en Filosofía (UBA) y autora de Vampira, novela corta ilustrada, que saldrá en febrero/marzo de este año. Este breve texto no pertenece estrictamente a la novela, sino a una posible continuación, que aún está en proceso.

IG: juli.mante

Página: novelailustrada.wixsite.com/vampira

Imagen: Vampira por Pablo De Bella, ilustrador de la novela.

IG: pablodebella

Nicolás

You’re gonna carry that weight. (Cowboy Bebop)

Entré por la ventana y me acerqué a su cama muy despacio. No se resistió en ningún momento. Me dejó morderlo. Traté de ser cuidadosa. No quería parecer desagradecida ante la insólita muestra de cooperación. Cuando ya estaba terminando, me susurró al oído:

- Aunque me muera, saber que mi sangre ahora está en vos, me hace sentir inmortal.

Inmediatamente, saqué mis colmillos de su carne y lo miré. Nunca nadie me había hablado mientras me alimentaba. Y menos para decirme algo así. Algunos gritaban. Otros se desmayaban. Los más atrevidos intentaban luchar.

Mis manos estaban apoyadas sobre la almohada, una a cada lado de su cabeza, con los brazos extendidos.

Era joven. Unos 30 años, supuse. Tenía una voz dulce y amable.

- Todavía puedo convertirte, si querés.

- No. No quiero. Seguí, por favor.

- Ya no puedo. ¿Qué querés que haga?

- Abrazame, entonces.

Me senté en el borde de la cama y me saqué las botas. Dejé el tapado sobre una silla y me saqué el pantalón.

Me metí en la cama, con él. Le acaricié la frente y pasé los dedos por su pelo cobrizo y largo. No podía darle calor, pero lo abracé fuerte.

- Sos hermosa.

- No debí haber entrado.

- Está perfecto. Me alegra que hayas venido.

- ¿Cómo te llamás?

- Nicolás.

- Es un nombre muy lindo.

- ¿Y vos?

- Victoria.

- Me encanta.

Apoyé el oído sobre su pecho y él me abrazó también. Tenía brazos largos y la piel muy blanca. En el antebrazo derecho, cerca de la muñeca, tenía un tatuaje con símbolos que parecían letras. Me quedé dormida así.

Cuando me desperté, aún era de noche. Su corazón ya no latía, pero su cuerpo estaba tibio.

Me levanté y me vestí. Sobre la mesa de luz, vi un cuaderno de espiral. Lo agarré y empecé a mirarlo. Las hojas eran lisas y estaban llenas de dibujos. La mayoría eran cuervos y lobos. Algunas páginas estaban divididas en pequeños rectángulos, como si estuviera dibujando un cómic o una historieta. Y cada tanto, aparecían diseños similares al que tenía tatuado. Todas las ilustraciones eran preciosas.

Por primera vez, sentí realmente que había matado a alguien. Enseguida, sentí también culpa y mucha tristeza. Quería borrar todo lo que había hecho esa noche. Quería que siguiera vivo. Quería conocerlo y que me hablara de sus dibujos.

- Perdón, perdón, perdón…

Me sequé las lágrimas. Doblé el cuaderno y lo guardé en el bolsillo de mi tapado.

Sabía que iba a pasar mucho tiempo antes de que pudiera alimentarme de nuevo.

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