La Caja de Pandora

Entrevista al peregrinante Diego Alfaro Palma
Entrevista al peregrinante Diego Alfaro Palma

Entrevista al peregrinante Diego Alfaro Palma

Basada en el libro Mar pequeño del que peregrina –Diario de Huerta- (Portaculturas, 2025)

 

La Caja se mete con las entrevistas, y hace de las suyas otra vez porque Diego Alfaro Palma también. ¿Recuerdan «Valle Sonoros» aquel libro que no pudimos clasificar?: ¿Qué es?, ¿poesía? ¿ensayo?, ¿prosa?, ¿Qué?

Bueno, este mar pequeño, su peregrinante y la huerta repiten la incógnita y eso nos obliga a la entrevista; -cada pregunta está referenciada a pasajes del libro que citamos con su número de página y el inicio y final de cada texto referido-, así pretendemos ver el todo, ¿lo conseguiremos?

Acá vamos:

Hay varios pasajes del «Mar pequeño…» en el que hay una remisión a tu pasado, la niñez, la geografía, tu madre y abueles; ¿cómo sentís Limache hoy, comparado a cómo lo sentías en tu niñez? ¿Y el cerro? ¿Quisieras seguir escondiéndote en La Huinca, después de escaparte con tu bici? ¿Qué parte tuya se quedó allá junto a tus abueles maternos?

Pg. 13: “Desde los tres años (…) gran maqueta…”.

Pg. 24: “…cerro La Huinca (…) otro punto del desierto…”.

Pg. Pg. 52: “Con su surgimiento (…) otra de pimienta.”.

Soy de la idea del poeta Eliot de que todo tiempo es presente. Incluso más, te podría decir que creo firmemente que cuando uno entra en las casas o lugares donde habitó se encuentra con su yo de niño dando vueltas. Por lo tanto, la figura de mis abuelos es una que atraviesa cada uno de mis libros, porque siento que me acompañan, tienen su cuarto en mi memoria y en el comedor del corazón. Lo mismo me ocurre con el territorio, con esos sitios donde me escapaba de adolescente en Limache. Me di una tremenda vuelta para retornar a esta ciudad. Quizás lo que hago ahora no es ya esconderme en los cerros o en los bosques, sino que estudiarlos milimétricamente, valorar su diversidad de vida expresada en flores, semillas, insectos, rocas, arroyos, árboles, aves, cada uno con un nombre y una historia natural. Mientras más estudio eso, más me entiendo.

Citás en tu libro un micro relato perfecto que puede leerse en paredones de la provincia: “no es sequía, es saqueo”, dice; hablanos de cuánto influyó e influye en vos la inventiva popular, si es que lo hizo.

Pg. 13.

Soy un andariego. Así que no me queda otra que conversar con la gente con la que me encuentro. En Mar pequeño es muy importante la inventiva popular, que se puede ver en esos rayados en los muros de los pueblos cercanos, o en la sabiduría popular a la que me afirmo cuando tengo que mantener mi huerta y mi jardín. Así que todo eso me da para decir que cada forma de resistencia frente a esta aceleración me parece digna de ser explorada. Y eso va desde conversar con alguien en un bus hasta hacer visible el grito de un campesino que sufre porque los grandes grupos económicos usufructúan del agua.

En un pasaje hablás del cambio que representa para vos cada día regresar de la ciudad al campo y pasar de quinta a primera para volcarte a tu huerta; entonces, ¿en qué otras cosas, ese regreso te hace pasar de quinta a primera? ¿Y qué ves cuando te mirás en el espejo?

Pg. 15: “pasar de quinta (…) en el espejo…”.

Me la paso yendo y viniendo entre el campo y la ciudad. Creo que esa ha sido la historia de mi vida. En esos movimientos aprendí en que hay instantes en que uno debe poner quinta, hacer lo mejor y a veces lo imposible. A veces se me pasa la mano, termino pasado de rosca, pero al volver a casa, al divisar la montaña y oír a los chercanes, siento que tengo que respirar de manera distinta. Esto también lo llevo a la práctica en la ciudad. Cuando todos andan corriendo, camino lento mirándolos a la cara. Eso igualmente lo puse en funcionamiento con mi escritura: me dejé de preocupar de qué es lo que los otros piensan o dicen de ella. En un momento estaba muy pendiente de qué era lo que escribía y por qué. Mar pequeño siento que rompe con todo, porque es un libro de prosas, un diario de huerta, de poesía, de recomendaciones literarias, a ratos son apuntes, en otros textos en verso. Y eso creo que es lo me interesa, saltar y romper con las divisiones, hacer un libro sin género, difícil de clasificar, pero que a la vez tenga algo de entrañable. Es un flujo, y como flujo no lo puedo detener, lo tengo que dejar ser y que siga su camino de espora.

Permitime que te diga que la historia de esas diminutas casitas misteriosas en el medio de tu patio y la huerta, la de los enanos invisibles es hermosa; ahora, vamos a la causa que te llevo a escribirla: producto de qué metamorfosis, ¿la de honguitos reparadores? o ¿la vuelta a tu niñez de la mano debla huerta, los pájaros y las avecillas? Hablanos de eso, por favor.

Pg. 19/20: “Al agacharme a (…) la acción colectiva…”.

Si no estoy mal lo de los enanos vino estando tirado en la hamaca. Me puse a mirar el jardín y ahí, medio colgado hacia el suelo, empecé a armar una casita a base de piedritas y ramas, algo muy sencillo. Así que cuando apareció Simón, el hijo de mis amigos Flavia y Gonzalo, le mostré esas edificaciones, como si yo no las hubiera hecho, como si hubieran sido un hallazgo. De esa narrativa tan simple surgió ese microcuento, que parece un delirio, pero que en realidad es un juego o la recreación de los juegos que inventaba cuando era niño. Básicamente, eso es la poesía.

¿Cuánto influyó e influye Limache para que llores la muerte de una torcaza que se estrelló contra tu ventana? ¿Cuánto Santiago, Buenos Aires o Guadalajara para que la olvides antes que caiga al piso después de chocar contra tu ventana?

Pg. 35: “No hubo tiempo (...) de ser torcaza.”.

Me dolió mucho esa muerte, porque fue tan limpia y clara, sin espacio para ningún gesto exagerado. Chocó contra la ventana, se quedó mirándome y su vida se fue aleteando lejos. En todo fin hay una solemnidad, en el de la araña, en el de un bosque, en el de un ser humano. Es un aliento que se va de este plano. Y no creo que uno tenga que habitar en un sector rural para percibirlo. Eso está enclavado en la forma en cómo uno se mueve y entiende el hecho de andar en este planeta, en cómo te formaron, en qué aprendiste y qué decidiste olvidar. Respirar un último aliento.

Si tantas veces te despertó el canto del grillo y creíste descubrir una idea genial que después resultó un fiasco, ¿Recordás alguno de esos fiascos celebrados por los grillos?

Pg. 39: “De adolescente siempre (…) por el espacio.”.

Qué risa, no, son muchos. Escribo en libretas, por lo que cualquier idea la paso al papel y luego se va al computador, pero generalmente no son todas buenas. Tengo cuadernos completos que nunca transcribí, porque siento que allí hay búsqueda y no algo definitivo o un sendero claro. Para escribir necesito pasar por esos dos estados, del “nada importa” al “por aquí vamos”, más allá de que siempre se abre un surco hacia algo nuevo. No soy el más ordenado ni el más metódico. Entonces, en esas noches de insomnio los grillos son buenos compañeros, ya que muchas veces me dieron la pauta para imaginar hacia dónde se dirigen sus cantos, eso que los científicos llaman estridulación, que es el frotar de sus patas para emitir sonidos. En Mar pequeño me parecía digno rendirles un homenaje, pero ahora que lo pienso han estado muy presentes en otros libros como en Valles sonoros o en Las vías del agua. Tal vez ya es hora que ellos me dejen dormir.

¿Estás de acuerdo que mucho de este libro, o la intención del autor, o sea la tuya, podría resumirse con la frase de W. H. Hudson contenida en la pg. 63 que abajo transcribo?

“…queremos irnos a un lugar, para estar a distancia de nuestros semejantes y estar más cerca del sol…”

Hay mucho de eso. Es que W.H. Hudson es un maestro en el arte de escribir desde y hacia lo salvaje, del escapar para encontrarse. Para mí es y seguirá siendo un modelo, un escritor que no termina nunca, porque básicamente lo que él busca es la conección entre todos los elementos de un lugar, unidos a su experiencia, su formación y a la cultura popular, para así armar un relato, una red de sentido en la que siempre se renueva el contrato del hombre con las demás especies. Es un maestro del detenimiento y esa creo es la técnica más compleja. Por ejemplo, quedarse quieto por varios minutos como si uno acechara una presa, cuando en realidad el objetivo es desarrollar una escritura la que cada uno de los sentidos se muevan hacia un solo flujo.

Decís que el alcohol saca lo peor y lo mejor de los seres humanos y que en tu caso te sirvió para entablar conversación con tus vecinos, allá en otro tiempo. ¿Compartís conmigo que toda esa larga reflexión de las pgs. 69/70 en partes es como una metáfora de poemario y en otras un guión para cine norteamericano de los setentas?

Me pasé casi diez años tratando de escribir esa escena, la de mis amigos en la adolescencia bajo un árbol, escuchando rock y bebiendo. La escribí en verso, en prosa como el comienzo de una novela, traté de convertirla en un ensayo, pero nada de eso resultó. Hasta que de pronto decidí que no sería malo insertarla en este libro, porque básicamente es parte de mi formación como poeta. El libro es en parte eso. Y sí, se convirtió en una especie de guión, en el comienzo de una película que nunca se hará. Eso tiene que ver en cómo he pensado la escritura: cada escena debe tener un color, una forma de movimiento de la cámara, un sonido, determinados objetos, un acercarse o salto a un lugar completamente distinto. Ninguna adolescencia es de película, aunque todas pueden caber dentro de una pantalla.

¿Hay paz en lo que contás en este mar pequeño?, ¿qué pensás que puede generar en la lectora o en el lector la cosa sencilla de caminar en un paisaje rural, rodeado de verdes amarillos, cielos y soles, culebras y nubes?

Pgs. 74/75: Me encontré con (…) mí para perderse.”.

Hay mucho, y entre eso, momentos de paz. Tal vez hay más instantes de enfrentarse a uno mismo y decir las cosas por su nombre, o de buscar una metáfora. Se busca la paz, claramente, aunque en ese camino esté lo salvaje, el esfuerzo, el dolor o la nostalgia. Por lo que no creo que esta sea una visión idílica, habitar un espacio semirural no es cosa fácil, por ejemplo hoy está lloviendo y eso significó haber cultivado antes, tapar la leña, revisar el techo del cuarto de las herramientas, colocar los baldes para recolectar agua y otras cosas que se amplifican cuando hay un temporal, o lo mismo cuando se aproximan los incendios, que es la parte más dura del libro. Cada una de esas cosas es una tarea que nos dividimos con Claudia, desde el reciclar, al compost, a la limpieza, a cocinar, etc. Mar pequeño no es la vida en la campiña, hay momentos así, y espero más bien que el conjunto sea un abrigo en las noches frías y una brisa fresca en el verano.

Llegaste a los cuarenta ¿qué fue la poesía para vos, una forma, un contenido, las dos cosas, un camino para llegar adónde?

Pg. 89: Estoy llegando a (…) de las discordias”.

La poesía es esencialmente la manera cómo enfrentamos el día a día. Y para eso uno tiene que estar disponible al juego, a ser otro, a ser uno mismo, a escuchar, a responder ágilmente, a defender lo que crees es justo. Es un estado de enamoramiento, más allá de que uno no pasa el día entero así, pero es darse la oportunidad para ello. Si la poesía tuviera 41 años, como tengo yo, habría pasado al menos 35 siendo una expresión oral y tan solo seis de manera escrita, esa es su historia. Esto ya lo sabían los cantores populares de distintas tradiciones, ahí está la frescura, en ser un vehículo del lenguaje y también en darle forma, amansarlo y dejarlo ir. Hoy para mí no hay nada más poético que salir por la noche con una linterna a buscar polillas.

Diego, por favor sugerime un libro de la Biblioteca Naturalista, o al menos aquel que recomendarías para comenzar a leer a la naturaleza.

Pucha, difícil tarea. La biblioteca naturalista fue una idea de Javier Folco, el editor del libro, un genio total, que le dio forma a muchas cosas que parecían dispersas en mi cabeza y en mis libretas. Pero si me tuviera que quedar con uno solo sería con La invención de la naturaleza de Andrea Wulf, que es un librazo por donde uno lo mire, un portal. De hecho, la vez que estuve frente a la autora le mostré cómo su libro me había inspirado para editar dos colecciones de narrativa de la naturaleza con Ediciones Libro Verde, a entender el pensamiento de Alexander von Humboldt y de los naturalistas del siglo XVIII y XIX, que hoy es tan inspirador en un mundo sumamente especializado. Siento por eso mismo que es un volumen para abrirse a la gran red de la vida, de vibrar con los encuentros mínimos y significativos, ya sea con una ballena franca o con una hermosa mosca florícola en el jardín.

Lit-Pan ahora deja este regalo: Transcripción de la pg. 32:

Vendrá la noche y dirá: este es el frío

Todos los manzanos se convierten en luz.

Imposible: no pienses en más libros,

ni propios ni ajenos.

Mojar la tierra para que se ablande

quebrarla con el azadón

Sembrar habas.

Cosechar moras e higos para hacer mermeladas.

Dibujar en la tierra.

Recoger nueces.

Esparcir caléndulas

Sentí el pequeño halcón girar

el chillido de su presa.

Limpio el cielo.

Cañas recogí

maderas para la huerta:

aquí irá el zapallo

allá las zanahorias.

Descansa mente,

pósate como el halcón

@diego.alfarop

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